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Un diálogo de sordos con un protagonista central reacio a las preguntas punzantes

Capitanich abrumó a la oposición con cifras en su informe mensual; hubo muchos faltazos

Un diálogo de sordos. Un jefe de Gabinete que, como un autómata, volcaba un torrente abrumador de cifras y datos halagüeños sobre la gestión del Gobierno, pero s in hacerse cargo de los problemas reales . Frente a él, un auditorio raleado de diputados, sobre todo de la oposición, que parecían no aguantar el hastío y, a medida que pasaban las horas, dejaban vacías sus bancas. Pocos, muy pocos eran los que prestaban atención, mientras el tablero electrónico marcaba invariable: «No hay quórum».

Así fue el clima de la primera -y tardía- sesión del año en la Cámara de Diputados. Tal vez sea un síntoma de lo que se vendrá este año, un Congreso semiparalizado que, dominado por el oficialismo, sólo se abocará a lo indispensable que le reclame la Casa Rosada. Y una oposición que, fragmentada y sin vasos comunicantes por ahora -cada uno atiende su juego electoral-, no encuentra en el Parlamento un escenario atractivo para su exposición política.

De hecho, casi todas las «figuras» opositoras ayer estaban ausentes o bien pasaron sólo por un rato por el recinto, como para cumplir. Julio Cobos (UCR) está de viaje por Roma, donde se reunió con el Papa; Elisa Carrió (Coalición Cívica) sólo permaneció una hora en la banca y después se retiró, no sin antes advertir que presentaría una denuncia contra Jorge Capitanich por no responder a las preguntas opositoras. Sergio Massa, candidato a presidente del Frente Renovador, apenas si se lo vio por unos minutos por el recinto. Hermes Binner (Partido Socialista) está de viaje por Medellín y Margarita Stolbizer (GEN) faltó por encontrarse también en Roma.

Sobre el final, el oficialismo le pasó la factura a la oposición por los faltazos, y la oposición retrucó que el jefe de Gabinete no respondió a sus preguntas, sobre todo las más urticantes, las más molestas al Gobierno. Por ejemplo, la inseguridad. «Es responsabilidad de las provincias», se desligó Capitanich, quien además acusó a los medios de comunicación y a la oposición de exacerbar el problema. Sobre el narcotráfico, eludió toda alusión al crecimiento del flagelo y nada dijo sobre algún plan estratégico y coordinado con las provincias para atacar el problema. Sólo anticipó que el Gobierno creará secretarías judiciales ad hoc, destacó el aumento en la cantidad de radares, pero que no aprobaría jamás una ley de derribo, y enfatizó que no hay pistas clandestinas en el país porque no hay pruebas de ello.

Capitanich sí habló, en cambio, de la inflación, palabra tabú en la gestión kirchnerista. Pero sólo para rechazar las proyecciones de las consultoras privadas, que anticipan un índice anual del 40%, al garantizar que las alzas de enero y febrero no se proyectarán durante el resto del año. Defendió las paritarias, insistió en que el Gobierno no intervino en las negociaciones entre las empresas y los gremios, que hasta ahora arrojaron subas salariales de entre el 28 y el 30%. Eso sí, cuando se le inquirió sobre si el Gobierno avalaría una suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias que grava los salarios. Allí el jefe de Gabinete les tiró la pelota a los legisladores.

«Estamos dispuestos a estudiar las propuestas, pero todo dependerá de cuál sea su impacto fiscal», dijo Capitanich. Una forma elíptica de ratificar que el Gobierno no presentará un proyecto propio para amortiguar el impacto del gravamen sobre los sueldos de los asalariados.

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