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Club de París: Kicillof objeta que medie el FMI

El ministro rechaza que el organismo supervise la negociación con los acreedores

WASHINGTON.- El ministro de Economía, Axel Kicillof , renovó ayer sus críticas a la «mala evaluación de cifras» de la Argentina por parte del Fondo Monetario Internacional ( FMI ) y rechazó que el organismo supervise la negociación con el Club de París , como pidieron los países acreedores. Al mismo tiempo, desestimó que eso sea «un problema» para lograr un acuerdo.

«La verdad es que nosotros estamos trabajando en estadísticas con el Fondo, pero el Club de París no es un lugar donde estemos trabajando con ellos, porque entendemos que nuestra relación es directamente con los acreedores y no con los organismos multilaterales. Nuestra relación es con el Club, que es un club de acreedores», afirmó el ministro a LA NACION, en la puerta de la sede del Fondo, apenas terminada la asamblea en la que participó por primera vez.

Kicillof agregó que, a puertas cerradas, se «quejó mucho» por el informe del organismo que comparó al país con Venezuela y que habló de inflación, caída de actividad y perspectivas macroeconómicas. «No tenemos problema en mostrar nuestras cuentas, no tenemos nada que ocultar», concluyó el ministro.

Sin embargo, el ministro insistió en que, después de la última experiencia, las apreciaciones del organismo «carecieron de objetividad».

Poco antes de subir al avión que lo llevará hoy de nuevo a Buenos Aires, admitió que el litigio de los llamados «fondos buitre» es «un fantasma que acecha» y confirmó el inicio de «negociaciones formales» con el Club de París para el próximo 28 de este mes. «La verdad es que no me animo a adelantar el resultado porque hay dos partes y las dos deben acercar posiciones», dijo.

Cuando LA NACION lo consultó al respecto, insistió en su rechazo a que el Fondo vaya a desempeñar el papel de supervisor que pidieron los países acreedores, pero negó que eso pudiera ser un problema. «El único que está preocupado por eso es la prensa argentina. Me está preguntando por un tema que no es un tema en la discusión con el Club de París», replicó. Por el contrario, el ministro está seguro de que esa anunciada «negociación formal» se mantendrá «directamente con los países acreedores».

En plena calle, evaluó los tres días de participación en una conversación de poco más de ocho minutos, interrumpida, finalmente, por la advertencia de «perdemos el avión» que repetía su secretaria de Prensa. Tras lo cual tanto el jefe del Palacio de Hacienda como la joven embajadora argentina en Estados Unidos, Cecilia Nahón, partieron a la carrera, seguidos por tres o cuatro personas más.

En la vereda que separa el edificio del Banco Mundial de la sede del FMI, entre el éxodo de custodios y delegados que abandonaban la asamblea, Kicillof arrancó el inusual contacto con una invitación a evaluar la situación internacional antes que la agenda con la Argentina.

«Antes que meterse en el Tupper de lo doméstico, o en si somos pro FMI o anti FMI, como planteó la prensa, hablemos del tapering de los Estados Unidos», convocó. Una lectura que cerró con la conclusión de que «el mundo experimenta una situación complicada» (ver aparte).

Poco antes había abordado el futuro de la demanda de los llamados «fondos buitre» en una reunión con el equipo de abogados que defiende a la Argentina en su decisiva presentación ante la Corte Suprema de Estados Unidos. Entre ellos, con el recientemente incorporado ex procurador bajo el gobierno republicano Paul Clement (ver aparte).

SIEMPRE INFORMAL

El día de Kicillof incluyó un diálogo con el viceministro de Finanzas chino, Zhu Guangyao, y con la secretaria general de la Confederación Sindical Internacional, la ex docente australiana Sharan Burrow, con quien la presidenta Cristina Kirchner se ha reunido ya varias veces.

Ni siquiera el sábado ni la jornada de clausura flexibilizaron el riguroso traje en que transcurrió la agenda final del plenario de ministros y presidentes de bancos centrales, contexto en que el economista de la UBA volvió a llamar la atención con un estilo más informal. Sobre todo en las fotografías de conjunto.

Públicamente no se lo vio departir con ninguna de las autoridades del Fondo, ni del G-20, ni de la administración norteamericana. Sí se lo percibió muy cómodo con el ministro de Hacienda español, Luis de Guindos, con el que acaba de cerrar el pago de 5000 millones de dólares por la nacionalización de YPF, y con Guido Mantega, ministro de Hacienda de Brasil.

Eludió además finalmente una caracterización sobre sus tratativas para normalizar la relación con el FMI después de la moción de censura que aún pesa sobre la Argentina, gestiones en las que el organismo reveló en las últimas horas «avances muy importantes».

«No estoy conforme ni dejo de estarlo», contestó. Tampoco quiso emitir juicio específico sobre la demorada revisión de la economía, denominada artículo IV, y que el organismo se encarga periódicamente de recordar.

A modo de respuesta, apeló a una fórmula retórica. «Si lo estuviera considerando y no se lo dijera al Fondo, ¿en qué tipo de ministro me convertiría?», preguntó.

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