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40 minutos para desaparecer del mundo

El clima en el avión de vuelta era el propio de un club destrozado, en el que la directiva pedía «sangre»

En El Prat, el martes por la mañana, mientras Iniesta y Xavi parecían concentrados y Messi caminaba tenso, Alves, Neymar y Song estuvieron muy cerca de traspasar la línea que separa la alegría de lo que se conoce como «dar la nota». Una vez en Madrid, el lateral subió a la red un vídeo patético cuando Barcelona todavía esperaba tumbar al Atlético, a imagen y semejanza de lo que vio hacer al Madrid en la Copa del Rey.

El miércoles, tras el choque, cuando la seguridad del Atlético consiguió que el autocar del Barça aparcara donde debía, casi con media hora de retraso, los jugadores azulgrana salieron en fila, silenciosos y cabreados con ellos mismos y con el mundo, y regresaron a casa llenando de un triste silencio el retorno de un equipo que en el mejor de los casos se sabe enfermo y no encuentra medicina, y en el peor, mira a otro lado con cara de que los achaques son cosa de la edad.

Muchos jugadores ni probaron la cena en el autobús y en el vuelo, que apenas duró 40 minutos, todo un alivio para los jugadores, que solo tenían «ganas de desaparecer de la tierra» -según relato del vestuario-, nadie se levantó de su asiento porque ni ganas de hablar tenían. No podían dejar de darle vueltas a los cambios del Tata, a la sensación de que de ya no les alcanza con tener el balón y con su talento porque han perdido demasiadas cosas, aquellas que les hacía reconocibles como equipo en el campo, entre otras a Messi. Todos se preguntan qué pasa con Leo, cada vez más a lo suyo, más distante. Se sienten solos, aguantando al club en deconstrucción y entre excusa y excusa, cosa tradicional en los vestuarios, los jugadores no encuentran en el club referentes que les marquen el camino.

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